Nueva Zelanda, tras los pasos de la nueva Tierra Media

Cuando a finales del siglo pasado Peter Jackson se echó a la espalda la responsabilidad de preparar una adaptación sobre la obra cumbre de la fantasía épica medieval, El Señor de los Anillos, pocos pensaron que tendría éxito en su empresa. El neozelandés, sin embargo, consiguió un trabajo espectacular que ha marcado para muchos una nueva era en el cine, gracias a las técnicas de efectos especiales utilizadas para sus películas, y a su fidelidad al texto del maestro Tolkien. Una de las cosas que más sorprendieron al público es que la trilogia entera se rodó por completo en Nueva Zelanda. 

El director quiso aprovechar los paisajes increíbles y variados de su propia tierra natal para dar vida a ese universo mágico de la Tierra Media, desde los yermos campos de Mondor hasta las llanuras inmensas de Rohan, pasando por la alegre Comarca. Su empeño no solo le hizo salirse con la suya a la hora de representar a la perfección aquellos paisajes que los lectores habían imaginado mil veces al leer los libros de la saga, sino que sirvió de publicidad perfecta para atraer turistas a Nueva Zelanda.

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Se trata de un país formado por dos islas principales, la isla Norte y la isla Sur, además de otras muchas más pequeñas. La variedad de paisajes naturales es uno de sus puntos más importantes. La capital, Wellington, es una ciudad muy interesante en cuanto a monumentos y sobre todo, en cuanto a todo lo que ofrece. La propia historia del país, intercalando la influencia británica con las costumbres maoríes autóctonas, también es un gran motivo para visitar Nueva Zelanda.

El pero es su ubicación, literalmente en el otro lado del mundo, al sureste de Australia y solo accesible a través de vuelos de larga duración. Sin embargo, el poder conocer de primera mano los paisajes increíbles donde se rodó una de las sagas más premiadas de la historia del cine, poder pasear por la recreación de Hobbiton que todavía se mantiene tal cual, o cnocer a fondo la historia de un país tan interesante, bien vale la pena el esfuerzo.

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