Los países Bálticos, casi arrinconados en la parte noreste del continente europeo, parecen pasar desapercibidos para buena parte de los turistas de nuestro país. Sin embargo, todo aquel que los ha visitado ha vuelto maravillado, especial aquellos que han probado la magia infinita que nos ofrece Tallinn, capital de Estonia, situada al norte de este país, en la otra orilla de Helsinki, frente al Báltico, y no demasiado lejos de otra gran capital, Estocolmo.
Tallinn, sin embargo, es diferente al resto, porque ha sabido conservar ese aire medieval y casi mágico que ha envuelto a esta ciudad desde hace siglos. Su casco antiguo es uno de los mejor conservados de todo el continente, y sus imponentes monumentos medievales se erigen orgullosos en una ciudad que muestra su respeto por el pasado, sin quedarse anclada en él, ni mucho menos. Tallinn es una ciudad moderna, pero con un aire añejo irrenunciable.
Empezando por la plaza del Ayuntamiento, centro neurálgico de Tallinn como pasa con la gran mayoría de ciudades europeas. El propio edificio donde está el ayuntamiento data de principios del siglo XV, y llama la atención por su imponente torre y por los dragones a modo de gárgolas. Tampoco debemos pasar por alto la espectacular Puerta Viru, una de las más notorias que encontramos al rodear la muralla del casco antiguo de la ciudad.
El pasaje de Santa Catalina nos transportará aun más en el tiempo, como si de un túnel que nos llevara directamente el Medievo se tratase. Desde el mirador Patkuli podremos avistar toda la ciudad en su magnificencia, con unas vistas privilegiadas, y por supuesto, tampoco debemos olvidarnos de la inmensa catedral Nevski, de estilo ortodoxo y que recuerda a las de Rusia. Por último, la torre del campanario de la iglesia de San Olav ofrece también unas vistas maravillosas e inolvidables que bien pueden servir como broche de oro para nuestra visita a la capital estonia.