Siempre a la sombra de otras naciones cercanas, como Países Bajos, Bélgica, Alemania o Suiza, Luxemburgo se ha mantenido como un ducado pequeño pero muy estable, con un nivel de vida espectacular y centro neurálgico de muchos bancos y empresas. Su capital, del mismo nombre que el país, es un tesoro escondido en el que muchos no reparan, pero que tiene mucho que ofrecer.

Porque Luxemburgo es una capital pequeña en un país pequeño, y mantiene esa esencia de villa medieval que tanto nos gusta, pudiendo perdernos por sus empedradas calles, subir al balcón más bonito de Europa o visitar el encantador barrio de Grund, a la orrila del río Alzette, donde podremos hacer miles de fotografías.

Entre catedrales, palacios ducales y plazas monumentales, nuestra visita a Luxemburgo se podrá completar con algunos manjares típicos, recibiendo la ciudad la influencia de todos los países de alrededor en una gastronomía exquisita y muy variada. Una ciudad por descubrir.