Hay quien no ve con muy buenos ojos que en los últimos años, una fiesta como Halloween se haya inoculado en cada ciudad, en cada municipio de nuestro país, siendo una total americanada, o así lo piensan muchos. El origen de esta festividad no está en Estados Unidos, aunque nos haya llegado a su manera, sino en el mundo celta, sobre todo en Irlanda. De ahí permaneció en Europa, en algunos territorios como Galicia, que lo siguen conservando con su auténtica esencia.
Se trata de Samain, la adaptación del sajón Samhain, que viene a ser el día más oscuro del año, ese en el que la línea que divide a vivos y muertos se deshace y los disfraces nos sirven para confundirnos entre las criaturas de ultratumba. Aunque estaba casi perdida, la fiesta está recuperándose en estos últimos años en Galicia, donde se celebra a la manera tradicional, creando calaveras con calabazas y melones, adornando las casas con sábanas y telarañas, y con una tradición muy del norte.
Las familias suelen reunirse en torno al fuego o a la hoguera, y allí se cuentan historias de miedo mientras se comen kilos y kilos de riquísimas castañas, que ya se han recogido un mes antes. El Samain es una forma preciosa de seguir honrando una tradición casi milenaria, que pervive en algunos lugares de Galicia con el orgullo de haber recibido esa influencia celta en su momento.