Ciudad solariega con mucha raigambre cultural, casi perdido en el norte del país, desconocida por muchos pero querida por todo el que la haya conocido. Así es Santander, capital de la comunidad de Cantabria, y una hermosa ciudad donde podemos disfrutar del tiempo libre de muchas formas diferentes. Un lugar donde la belleza estival toma un nuevo significado.
Bañada por la propia bahía de Santander, las aguas del Cantábrico han marcado siempre el carácter dinámico de la ciudad. Esta playa «urbana» no tiene nada que envidiarle a otras más conocidas, como la de la Concha en Donosti o la Barceloneta en la Ciudad Condal. A unos pasos del centro de la ciudad, la playa de Santander nos regala atardeceres inolvidables y paseos románticos a la luz de un crepúsculo que parece encender las aguas.
A lo largo de la ciudad encontraremos monumentos y lugares dignos de ser visitados, desde el impresionante Palacio de la Magdalena hasta la catedral, única y original. Durante todo el paseo marítimo de El Sardinero iremos hallando pequeñas sorpresas, todas con sabor marinero. Los jardines de Piquio son una de las más singulares, y es que a pesar del pequeño tamaño de este lugar, fascina por completo a todo aquel que lo visita. La influencia marítima de la ciudad se puede ver mucho más de cerca gracias al Museo del Hombre y el Mar.
Entre playas y museos, siempre viene bien parar a tomar algo en las muchas tabernas y bares que nos encontraremos. Tapas especiales, platos bien servidos y un marisco de auténtica impresión, todo ello regado por vino exquisito que dejará sorprendidos a los más exigentes gourmets. Para merendar, nada mejor que unos dulces típicos en cualquier cafetería u obrador de la ciudad, descubriendo que además de a sal, Santander puede saber a muchas otras cosas diferentes.